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sábado, 24 de mayo de 2014

¿Ocaso de los ídolos?


                                                             Georges Winston

Parece imposible imaginar a la sociedad humana sin algo que idolatrar; de hecho, ya desde sus albores, observamos como la sociedad en cada momento de la historia ha buscado algo que adorar. Esta sería una más de sus idiosincrasias, como diría Nietzsche. Fue este filósofo quien en 1888 vaticinó el crepúsculo de los ídolos en todos los ámbitos fundamentales de la cultura llegando incluso a llamar "señores idólatras de los conceptos" a los filósofos.

Nuestra época no iba a ser menos. También ella ha encontrado sus propios fetiches en el consumo, en el dinero, en la moda, en el deporte, en la música...; incluso ha encontrado su propio dios: el Dios "mercado". Los "mercados" parece que controlan nuestras economías, nuestras vidas, nuestra existencia.

Hace algunos años, Gilles Lipovetsky publicaba "La era del vacío". En esa obra nos habla del culto al cuerpo y todo lo que dice sobre ese nuevo ídolo nos recuerda la primera idiosincrasia de Nietzsche: la negación del devenir.

"El cuerpo ha sido promovido hoy al rango de verdadero objeto de culto. (...) la angustia de la edad y de las arrugas; obsesión por la salud, por la "línea"; por la higiene; rituales de control (chequeo) y de mantenimiento (masajes, sauna, deportes, regímenes); cultos solares y terapéuticos (superconsumo de los cuidados médicos y de productos farmacéuticos), etc. (...).
El cuerpo mismo ha perdido su estatuto de alteridad, de res extensa, de materialidad muda, en beneficio de su identificación con el ser-sujeto, con la persona. El cuerpo ya no designa una abyección o una máquina, designa nuestra identidad profunda de la que ya no cabe avergonzarse y que puede exhibirse desnudo en las playas o en los espectáculos, en su verdad natural. En tanto que persona, el cuerpo gana dignidad; debemos respetarlo, es decir, vigilar constantemente su buen funcionamiento, luchar contra su obsoloscencia, combatir los signos de su degradación por medio de un reciclaje permanente quirúrgico, deportivo, dietético (...). El miedo moderno a envejecer y a morir es constitutivo del neo-narcisismo... No queda más remedio que durar y mantenerse, aumentar la fiabilidad del cuerpo, ganar tiempo y ganar contra el tiempo. La personalización del cuerpo reclama el imperativo de la juventud, la lucha contra la adversidad temporal, el combate por una identidad que hay que conservar sin interrupción ni averías. Permanecer joven, no envejecer...".
Gilles Lipovetsky  La era del vacío  Editorial Anagrama Pp. 60-62

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