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martes, 29 de octubre de 2013

Actualidad del mito de la caverna

Nunca, hasta el pasado domingo -27 de octubre- había visto el programa "Salvados" de Jordi Évole, aunque había escuchado muy buenos comentarios sobre el mismo. La verdad es que me gustó bastante. Viéndolo me trajo, primero, el recuerdo de una novela que había leído hace ya tiempo, "La caverna" de José Saramago y, segundo, claro está, el recuerdo del mito de la caverna de Platón con su tajante separación entre el mundo aparente y el mundo auténtico.

Comienza el programa con imágenes de un gran centro comercial, mostrándonos el ajetreo propio de tales sitios, con gente a la que no se le ve el rostro portando bolsas de compra: ¿realidad o apariencia? ¿Es verdaderamente todo esto real o sólo apariencia? No le falta a la identificación del centro comercial con el mundo subterráneo platónico su esclavo encadenado, su prisionero: Évole entrevista a un hombre que ignora que haya ningún tipo de crisis y prueba de ello es la actividad comercial que se puede ver en ese centro. Tampoco le falta el filósofo liberado: de hecho hizo una entrevista a un filósofo del CSIC -no recuerdo su nombre- que nos desvela todas las claves para entender cuál pueda ser la auténtica realidad. Y es que la vida ya no sigue igual que antes.

El programa abandona las imágenes de ese gran centro comercial y nos comienza a mostrar a partir de ese momento otra realidad, que podría ser la auténtica realidad, o al menos, una realidad más real que la mostrada al principio, la realidad en la que vivimos: la realidad de la crisis. La realidad de un barrio donde se han producido muchos desahucios porque la gente no puede pagar su hipoteca; la realidad cotidiana de familias que no pueden pagar el comedor de las escuelas de sus hijos; la realidad del apoyo de los familiares, sobre todo de los abuelos; la realidad de la solidaridad entre vecinos para la creación de bancos de alimentos.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Etica y política en Platón


La relación entre ética y política

 ÉTICA.
Platón sigue la tradición intelectualista de su maestro Sócrates de ahí que identifique la virtud con el saber de tal modo que lo le interesará fundamentalmente en su república ideal será la creación de buenos ciudadanos y para ello es indispensable que el Estado se haga cargo de la educación de los mismos. La importancia de la educación se puede observar en el propio mito de la caverna donde sólo gracias a ella es posible la liberación de los esclavos. En cierto modo, este mito es una alegoría sobre la educación ya que esta es la que permite, como dijimos antes, la liberación del prisionero y su ascenso hacia la luz y, por otro lado, la falta de educación signica permanecer en la oscuridad de la caverna. Es, por tanto, en el proceso educativo donde se observa la estrecha relación entre ética y política de tal forma que SER UN BUEN SER HUMANO ES LO MISMO QUE SER UN BUEN CIUDADANO y para conseguir esto haría falta que cada ser humano, que como ciudadano pertenece a una clase social determinada, alcanzara su virtud correspondiente. (Un poco más adelante volveremos a insistir en este tema de la educación).

• La virtud.
La práctica de la virtud es lo que Platón considera como la cosa más preciada del mundo. Concibe la virtud, fundamentalmente, como armonía, proporción y medida, y distingue cuatro tipos fundamentales de virtudes: Prudencia, Fortaleza, Templanza y Justicia. Las tres primeras se corresponden con cada una de las partes del alma:
a) El alma racional posee la virtud de la prudencia y tiene como misión descubrir la verdad y el bien.
b) Al alma irascible pertenece la fortaleza; ésta consiste en la capacidad de ser fuertes, de mantener un equilibrio entre nuestras ambiciones de poder, gloria, etc.
c) Al alma concupiscible corresponde la templanza que es la encargada de moderar nuestros apetitos sensibles. La justicia consiste en la buena armonía entre las tres virtudes señaladas anteriormente. Es una virtud general y tiene por objeto poner en orden y armonía el conjunto, asignando a cada parte la función que le corresponde dentro de la totalidad.

Platón representa esta naturaleza tripartita del alma con el mito del carro alado en su diálogo “Fedro”; en esta obra el auriga (cochero) representaría la parte racional que gobierna a dos caballos: uno blanco, bueno y dócil, que representaría a la parte irascible y otro feo, malo y difícil de guiar que representaría la parte concupiscible.


 POLITICA.
Platón, tras la muerte de su maestro Sócrates, se mostró muy afectado y consideraba culpable de dicha muerte al gobierno democrático de Atenas. Este hecho le impulsó a intentar establecer un Estado ideal, es decir, un sistema de gobierno perfecto que sirviera para eliminar toda injusticia en la polis. A esta tarea se dedica en su obra “República” donde pretende definir qué es la justicia y establecer cómo ha de gobernarse y dividirse un Estado. A este respecto, señala Platón que un Estado debe dividirse en tres clases sociales:
a) Gobernantes. Será tarea del filósofo el gobierno de la ciudad. Platón también utiliza la expresión “guardianes perfectos” para designar a los gobernantes.
b) Guardianes o guerreros.
c) Productores.
Esta división del Estado en tres clases se corresponde con la división tripartita del alma y con las diferentes virtudes morales:
 Alma racional ----------------------Prudencia racional -------------------- Gobernantes.
 Alma irascible --------------------- Fortaleza ----------------------------- Guardianes.
 Alma concupiscible ----------------Templanza ---------------------------- Productores.

A los filósofos gobernantes corresponde la razón y la prudencia; sólo ellos poseen las dotes y la educación adecuadas para llevar a cabo las tareas del gobierno que consisten fundamentalmente en legislar y velar por el cumplimiento de las leyes. Dicha tarea debe procurar el bien de todos los ciudadanos, de ahí que estos gobernantes posean como virtud principal la prudencia racional, la sabiduría.
Los guardianes –guerreros- tienen como misión fundamental, dentro del Estado, la defensa de éste frente a las agresiones exteriores y los desórdenes interiores. Platón hace corresponder a esta clase de los guardianes con la parte irascible del alma. Su virtud fundamental ha de ser la fortaleza o valor; así, pues, serán cualidades específicas de ellos: la fuerza, la valentía, la rapidez, etc. Para evitar que los guardianes y gobernantes se distraigan en el ejercicio de sus funciones, Platón propone en su Estado ideal la eliminación de la propiedad privada y la supresión de la familia para estas dos clases. Por otro lado, afirma la absoluta igualdad entre hombres y mujeres.
Los productores atienden a las necesidades más elementales de la vida cotidiana dentro del Estado: alimentos, vivienda, vestidos, etc.; esta clase estaría formada por labradores, constructores, tejedores, comerciantes, etc. Platón establece un paralelismo entre esta clase y la parte apetitiva del alma (alma concupiscible). Su virtud principal sería la moderación o templanza, es decir, una especie de autocontrol o dominio sobre los placeres y deseos.

• La Justicia.
También en este concepto se puede ver la estrecha relación entre ética y política, en este caso entre la estructura del individuo y la estructura del Estado. Ya vimos como la Justicia –en cuanto virtud del individuo- consistía en la armonía entre las tres virtudes restantes: prudencia, fortaleza y templanza. En el Estado sucede igual: la justicia se realiza cuando se produce la armonía entre estas tres clases sociales y esto sólo tiene lugar cuando cada una de las clases realiza la función que le corresponde: los dirigentes a gobernar, los guerreros a mantener el orden y los productores a satisfacer las necesidades materiales.

• La educación.
La realización de la justicia, es decir, la aceptación y cumplimiento de la función propia por parte de cada clase de ciudadanos, no es algo que se cumpla espontáneamente; en todos los hombres se hallan presentes, en mayor o menor medida, las tres partes del alma y por tanto queda siempre abierta la posibilidad de que el elemento apetitivo o pasional se subleve o se imponga. El medio más eficaz para evitar este problema sería la educación de los ciudadanos, pues es ella la que determina el carácter y el comportamiento de los hombres. Para Platón, un elemento tan importante como es la educación ha de estar en manos del Estado, de ahí que considere la educación como tarea fundamental del Estado. En este sentido, se opone al modelo ateniense que dejaba la educación en manos de la familia y de los particulares, inclinándose por el modelo espartano de educación estatal y pública, idéntica para hombres y mujeres.
Platón propone dos niveles o etapas educativas:
a) De la infancia a la juventud; estudios de gimnasia y música (artes en general) para fortalecer tanto el cuerpo como el alma. Esta sería la educación propia de los guerreros o guardianes.
b) Una vez superada la etapa anterior, los que muestren más dotes intelectuales podrán seguir disfrutando de la educación en el estudio de las matemáticas (hasta los treinta años) y en el estudio de la dialéctica (treinta y cinco años). Gracias a dicho estudio se podrá llegar a conocer las Ideas de Justicia, Belleza y la Idea suprema de Bien. Solamente el filósofo sabrá implantar el Bien y la Justicia en la realidad histórica de la polis, pues sólo él ha llegado a conocerlas. De ahí que sean los filósofos las personas más aptas para gobernar el Estado. Platón dedica los libros VI y VII de la República a la educación del filósofo.

lunes, 7 de octubre de 2013

¿Existen los colores?



                               "Sartal" Cuadro de Antonia García Villacañas

Una de las ideas que más me ha llamado la atención del libro Cómo percibimos el mundo del catedrático de Psicobiología Ignacio Morgado es que la luz y los colores que vemos no existen fuera de nosotros. Serían sólo creaciones de nuestro cerebro y de nuestra mente a partir de la transformación de un determinado tipo de ondas electromagnéticas con longitudes de onda comprendidas en un determinado umbral perceptivo que determina nuestra visión, de modo que ni por debajo del mismo - 400 milimicras, color violeta- ni por encima de él -700 milimicras, color rojo- podríamos percibir, sin ayuda alguna de aparatos de visión, ninguna luminosidad y por tanto ningún color.

El profesor Morgado nos explica en su libro cómo el cerebro convierte en luz una parte de la energía electromagnética y cómo, en función de la longitud de onda que recibe la retina, es también el cerebro el que hace posible la percepción de los diferentes colores. Ante estos hechos científicos afirma que nos podemos sentir algo desilusionados al admitir que ni el mundo ni, por tanto, las cosas que percibimos tienen color. Serían sólo materia que absorben parte de la energía con la que son iluminados reflejando el resto hacia nuestras retinas posibilitando la percepción.

La preocupación sobre los colores y su percepción es bastante antigua, aparece ya en los mismos comienzos de la filosofía. Así, el filósofo presocrático Empédocles se cuestiona allá por el siglo V a. C. cómo se produce el proceso de la visión y lo explica a partir de la unión de las emanaciones que brotan de los objetos con los rayos que parten de los ojos, unión que tiene como resultado la formación de la imagen en el ojo. Observamos que Empédocles no iba muy descaminado.

También por esta misma época otros filósofos reflexionaron sobre esta problemática, por ejemplo, los atomistas.
Así Demócrito se atreve a elaborar una teoría sobre los colores. Al nombre de Demócrito habría que sumar también el de Epicuro, Aristóteles, los estoicos y otros muchos más.