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lunes, 7 de octubre de 2013

¿Existen los colores?



                               "Sartal" Cuadro de Antonia García Villacañas

Una de las ideas que más me ha llamado la atención del libro Cómo percibimos el mundo del catedrático de Psicobiología Ignacio Morgado es que la luz y los colores que vemos no existen fuera de nosotros. Serían sólo creaciones de nuestro cerebro y de nuestra mente a partir de la transformación de un determinado tipo de ondas electromagnéticas con longitudes de onda comprendidas en un determinado umbral perceptivo que determina nuestra visión, de modo que ni por debajo del mismo - 400 milimicras, color violeta- ni por encima de él -700 milimicras, color rojo- podríamos percibir, sin ayuda alguna de aparatos de visión, ninguna luminosidad y por tanto ningún color.

El profesor Morgado nos explica en su libro cómo el cerebro convierte en luz una parte de la energía electromagnética y cómo, en función de la longitud de onda que recibe la retina, es también el cerebro el que hace posible la percepción de los diferentes colores. Ante estos hechos científicos afirma que nos podemos sentir algo desilusionados al admitir que ni el mundo ni, por tanto, las cosas que percibimos tienen color. Serían sólo materia que absorben parte de la energía con la que son iluminados reflejando el resto hacia nuestras retinas posibilitando la percepción.

La preocupación sobre los colores y su percepción es bastante antigua, aparece ya en los mismos comienzos de la filosofía. Así, el filósofo presocrático Empédocles se cuestiona allá por el siglo V a. C. cómo se produce el proceso de la visión y lo explica a partir de la unión de las emanaciones que brotan de los objetos con los rayos que parten de los ojos, unión que tiene como resultado la formación de la imagen en el ojo. Observamos que Empédocles no iba muy descaminado.

También por esta misma época otros filósofos reflexionaron sobre esta problemática, por ejemplo, los atomistas.
Así Demócrito se atreve a elaborar una teoría sobre los colores. Al nombre de Demócrito habría que sumar también el de Epicuro, Aristóteles, los estoicos y otros muchos más.

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